Nuestra terraza, en plena capital, es hermosa, pero como a todos los que vivimos en la ciudad, nos faltan unas buenas vistas verdes. Bueno, pues hoy he soñado que Errejón nos plantaba un montón de árboles inmensos, parecía que no le pesaban nada y lo hacía con un gusto y una paz alucinantes. ¡Qué genio! Gracias, me he despertado con muy buen rollo.
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Madrid -
Londres En el claro de una selva camina una niña, un arcoiris la sigue, hasta llegar a un lago, donde el arcoiris, se sumerge en el lago. En ese momento, desaparece la selva y la niña. -
Haedo, Bs. As. El gorro nuevo
Me había comprado hace dos días un gorro de esos de beisbolista en la calle. Anoche, mientras tenía un sueño con mi familia, me puse el gorro nuevo y me senté a la mesa, donde comíamos entre varios. Alguien me dijo: aflojate eso, te va a reventar la cabeza. Tenía razón, la cabeza me dolía. Me saqué el gorro y vi que detrás tenía un dispositivo en forma de cinta que podía extenderse infinitamente. Lo ajusté a mi cabeza, pero resultó que la solución era un problema nuevo: el dispositivo de ajuste del gorro había necesitado aflojar tanto la cinta, que ahora había más cinta que gorro. Sentí como una serpiente en las manos cuya cabeza era la visera del gorro. Me lo puse igual. Un rato después, el gorro me ajustaba otra vez. Mi cabeza había crecido, lo dije en voz alta: mi cabeza creció! Pero nadie más se daba cuenta, me vieron como se ve a gente que dice tonterías. Volví a agrandar el gorro y me lo puse. Enseguida me apretaba. En un espejo, vi que mi cabeza enorme se veía normal. Con razón nadie se daba cuenta! Me dolía la cabeza, el gorro me apretaba demasiado. Quise sacármelo y no hubo caso: se me había atorado. Le aflojé más la cinta, pero cuando me lo iba a sacar, mi cabeza había crecido otra vez. Mis familiares hablaban y hablaban y yo no entendía nada. Me miraban como a un loco. El gorro, es el gorro, les decía yo. -
Madrid Mi madre y yo vamos caminando, parece que estamos visitando un lugar. Subimos juntas y de la mano unas escaleras que llegan a una fortaleza de piedra. Hay mucho verde alrededor. Las escaleras no tiene barandilla. Es sobre todo un paisaje natural. Las escaleras están pegadas a un acantilado muy alto y debajo está el mar. Mi madre se tropieza y me empuja. Nos caemos juntas al mar. -
A Coruña Una odisea contemporánea
Tengo el aspecto de George Segal en sus películas de los años 60. Y regento una panadería de barrio que se ve desbordada por el aumento de la demanda en tiempo de cuarentena. Así que decido contratar a dos ayudantes extranjeros. Descubro entonces que para regularizar su documentación debo comparecer personalmente en una oficina que está en la costa andaluza. Pero los transportes públicos no funcionan y los viajes en coche están prohibidos, así que decido ir en bicicleta y utilizar exclusivamente carreteras secundarias, argumentando cuando la policía me para que vivo muy cerca y estoy dando una vuelta para estirar las piernas. En la bajada de un puerto coincido con un ciclista local, con el que charlo un buen rato, y que me advierte sobre la peligrosidad de algunas curvas. Sorprendentemente, es él quien calcula mal la velocidad al entrar en una de ellas y sigue recto, entrando en una chatarrería abandonada y quedando aprisionado entre hierros oxidados. Cuando salgo a pedir ayuda por teléfono, veo en la puerta del edificio una placa que no es conmemorativa, sino anticipatoria: su deterioro parece indicar que lleva allí más de 50 años, pero su texto dice claramente: “En esta curva se caerá el célebre ciclista local” (y siguen el nombre del tipo y la fecha del día). Una vez en mi destino, me veo retenido por sucesivos retrasos burocráticos: las funcionarias de la oficina resuelven el expediente de uno de mis empleados con relativa rapidez, pero extravían el del otro, que es exactamente igual, y son incapaces de encontrarlo o de rehacerlo. Pasan los meses, y cuando ya estoy desesperado recurro a los servicios de una red mafiosa local para presionar a los responsables de la oficina. Pero no puedo pagarles a tiempo y empiezan a perseguirme. Una noche envían a un sicario a la nave abandonada en la que duermo. Por suerte, le escucho llegar y me escondo para tenderle una emboscada: me cuelgo de una viga y cuando me ha rebasado le empujo por la espalda con la intención de arrojarle a través de una ventana cerrada. Descubro entonces que esas cosas solo pasan en las películas, porque el cristal es mucho más duro de lo que parece. Pero al menos queda inconsciente el tiempo suficiente para que yo pueda huir. Tras una infinidad de nuevas desventuras, que me retienen en aquel pueblo atunero y contrabandista durante varios años, consigo regresar a casa hecho un auténtico eccehomo. Solo para descubrir que la panadería lleva el nombre de uno de los dos ayudantes, que ha conseguido regularizar su situación sin problemas gracias a un cambio en las leyes migratorias, y que mi mujer, que me había dado por muerto al no recibir noticias mías desde mi marcha, es ahora la suya. -
Madrid Una serpiente amarilla y larga me ataca. Me va arrinconando en el extremo de una habitación estrecha y pequeña con muchas cosas por medio. Empiezo a darle con un cojín en la cara para ahuyentarla, se va cabreando más y más. Lloro y grito. Contesta mi padre y le pido que venga. Estoy segura de que la serpiente me va a picar. Acaba el sueño. -
Madrid Boda. Casamiento. Esta noche he soñado que mi novio y yo nos casábamos. Era una celebración pequeña, muy pocos invitados, pero inmensa en lo profundo. A ratos me veía sin gente y sentía que la decisión era la acertada, que mi sentimiento por él merecía ser bailando y acogido. Era algo silvestre, creo que había árboles, pájaros e incluso niños corriendo. Un sueño borroso, tal vez un poco difuso, pero estaba presente: una celebración de la vida tranquila y coherente. -
Buenos Aires Soñé que me recomendaba una serie en Netflix el mismo protagonista de la serie, que me hablaba en ruso, y yo le entendía. Qué pena que era un sueño, pintaba buena la serie. -
Santiago de Compostela Soñei que tiñamos que preparar un polo asado para a estación espacial MIR, traballábamos a fondo na receita, pero cando a bandexa chegaba ao espacio e o actual ministro Pedro Duque levantaba a tapa, o polo cobraba vida (desplumado e asado) e comezaba a facer bailes cómicos con gravidade cero, mentres que os astronautas o perseguían para comelo mordendo no aire. -
O Grove Estoy conduciendo el coche mientras suena música, no recuerdo el qué pero hay guitarras eléctricas y un sitar. Encuentro un sitio para aparcar, es una de las calles principales de mi pueblo. Pongo el intermitente y comienzo a maniobrar hacia atrás lentamente. Pero, what the fuck, el espacio se ha agrandado y lo que antes eran apenas tres metros ahora son veinte, el coche se desliza hacia atrás como sí estuviera en una placa de hielo y coge velocidad. Ya no hay música, estoy asustado, sorprendido y desconcertado. Miro por el espejo retrovisor y veo que voy a chocar contra algo, no recuerdo bien pero voy a chocar y pienso ¡mierda!. A la vez desvío la mirada y veo a mi amiga Fanni con las manos en la cara viendo como me la voy a pegar. Pero no, el coche se para en seco y con la respiración entrecortada, consigo salir e ir junto mi amiga. Cuando la veo mi pueblo ha dejado de ser mi pueblo, ahora es una playa enorme, veo nítidamente a los Brian Jonestown Massacre tocando, una chica con el pelo teñido de rubio y no muy largo acaba de liarse un porro, me lo pasa y me dice algo. No sé lo qué es. Me despierto son las 6.20 de la mañana, escribo esto y trato de volver a dormirme, quiero fumar ese porro y estar en esa playa.