Estaba en una especie de desierto con Mirko en brazos. Me sentía culpable porque me iba a ensayar con él. Llamaba por teléfono y avisaba que me disculparan, que iba a llegar un poco tarde. Eso también me daba culpa. Me decían que tranqui, que me esperaban. El camino se hacía interminable. Llegaba al lugar. Era cerca de un río. Había muchos paradores y no podía encontrar a mis compañerxs. Todxs estaban con barbijos. En un momento entré a una especie de galpón abandonado donde había un órgano viejo y algunos bancos antiguos, como los de iglesia. Estaba agitada e intentaba explicar todo lo que me había pasado. Una compañera me abrazaba y me decía que tranqui, que íbamos a pasar la obra con el texto en la mano.