Estaba subiendo en un ascensor. Uno de esos ascensores estrechos que hay en algunos hoteles y que es exclusivo para el personal. Bueno, en realidad era una mezcla entre ascensor y ducha de plástico del estilo de las autocaravana, el caso es que era bastante claustrofóbico. El ascensor subía vertiginosamente un montón de plantas. En algún momento perdía la cuenta y me angustiaba pensar en la idea de que estaba subiendo y bajando sin control alguno y jamás saldría de allí. Por fin se para y se abre una puerta partida en dos con un sonido neumático " pfffsss" típico de las puertas del bus. Aparezco en una estancia que identifico como un club privado o una recepción de hotel de cuatro estrellas para arriba. Una puerta corredera separa la especie de recibidor de un jardín muy del estilo de los resorts "todo incluido" caribeños en los que jamás he estado. No sé muy bien qué hago allí porque voy con guantes, mascarilla y una bolsa del súper y el moño cutre que me pongo siempre que no me da tiempo a peinarme... De pronto, todo eso deja de importarme gracias al bofetón de aire fresco que me reanima instantáneamente y consigue disipar la angustia anterior. Me dirijo a tomar algo en uno de esos "chiringuitos cocoteros" que yo llamo. Me atiende un tal Jesús, que se parece sospechosamente al Jesus-Cristo y que lleva una camisa hawaiana totalmente abierta, pecho poblado brillante de sudor y cadenaca de oro incluida: creo que le pido un mojito, o algo así... Hay música de fondo pero non consigo identificar la melodía, tal vez es música de ascensor. Me quedo algo sorprendida cuando me saca una tapa de callos. No hay mar de fondo. Es más bien una piscina o acequia en la que personas completamente vestidas se evaden remojando las piernas con el pantalón remangando por la rodilla y unas gorras ridículas como las de propaganda de los piensos agrícolas. Le digo a mi mesías particular que me tengo que ir, que ya llevo demasiado tiempo fuera de casa y me van a sancionar. Me mira con la sonrisa más perlada y reluciente que había visto jamás y me suelta una frase que no recuerdo, pero que me sugiere levemente el tan socorrido "vete por la sombra". Me despierto bañada en sudor y aunque quiero reenganchar ya no hay manera. Duermo un par de horas más sin pena ni gloria y suena un despertador que parece decir: un día menos, un día más...