Esta noche soñé con el mismo grupo de amigos que solemos alquilar una casita en Limodre, en estos últimos años, para disfrutar del paisaje, la música, la fiesta y la amistad, con la excusa de un pequeñito festival que se viene organizando desde hace muchos años en esta localidad de la costa ferrolana. Las circunstancias eran bien distintas. Era de noche, hacía frío y llovía, yo llevaba gabardina y gorra Peaky Blinders y un pañuelo (mascarilla) cubriéndome la cara hasta los ojos. Descargábamos algo de unos estuches de guitarras y los guardábamos en otros. Se trataba de algún tipo de material, del que no se me informó qué era, que íbamos a enviar a nuestro amigo Ventura, confinado en otro país, creo recordar que era Francia. Salimos en dos coches, yo me adelanté con otra compañera, porque luego tenía un cumpleaños, ah no, era el santo de mi padre y mi hermano, San Jorge. Cuando íbamos a por el coche, un Mini, desapareció y se convertió en un carruaje absurdo y oxidado. Entonces, mientras esperábamos al otro grupo, aparecieron los policías. Empezamos a correr, pero el cargamento pesaba mucho. Nos deshicimos de él lanzándolo al río. Seguimos corriendo hasta que nos refugiamos en un bar, pero pronto me di cuenta de que el bar estaba cerrado por Decreto. Salimos de allí y perdí a mi amiga, entonces encontré a otro de mis compañeros, y fuimos saltando de casa en casa, subiendo por las terrazas, y, como si de una gincana se tratase, fuimos recogiendo el contrabando que habíamos lanzado al río, por cada uno de esos lugares. Sonaba una música, pero no era Nick Cave.