Sueños de cuarentena

Haedo, Bs. As. E R
El gorro nuevo

Me había comprado hace dos días un gorro de esos de beisbolista en la calle. Anoche, mientras tenía un sueño con mi familia, me puse el gorro nuevo y me senté a la mesa, donde comíamos entre varios. Alguien me dijo: aflojate eso, te va a reventar la cabeza. Tenía razón, la cabeza me dolía. Me saqué el gorro y vi que detrás tenía un dispositivo en forma de cinta que podía extenderse infinitamente. Lo ajusté a mi cabeza, pero resultó que la solución era un problema nuevo: el dispositivo de ajuste del gorro había necesitado aflojar tanto la cinta, que ahora había más cinta que gorro. Sentí como una serpiente en las manos cuya cabeza era la visera del gorro. Me lo puse igual. Un rato después, el gorro me ajustaba otra vez. Mi cabeza había crecido, lo dije en voz alta: mi cabeza creció! Pero nadie más se daba cuenta, me vieron como se ve a gente que dice tonterías. Volví a agrandar el gorro y me lo puse. Enseguida me apretaba. En un espejo, vi que mi cabeza enorme se veía normal. Con razón nadie se daba cuenta! Me dolía la cabeza, el gorro me apretaba demasiado. Quise sacármelo y no hubo caso: se me había atorado. Le aflojé más la cinta, pero cuando me lo iba a sacar, mi cabeza había crecido otra vez. Mis familiares hablaban y hablaban y yo no entendía nada. Me miraban como a un loco. El gorro, es el gorro, les decía yo.